Editorial: Ser Médico en Tiempos de Pandemia

Envíado por Dr. Hugo Villarroel Abrego

EDITORIAL: SER MÉDICO EN TIEMPOS DE PANDEMIA.
Colaboración: Dr. Hugo Villarroel-Ábrego, médico internista, cardiólogo y ecocardiografista (Editor).

Cada 14 de julio se celebra el Día del Médico en El Salvador. Muchos no lo toman tan en serio, pero entre brindis, saludos, abrazos y felicitaciones, todos encontramos ese día un momento para visitar, en privado, el jardín secreto de nuestro espíritu donde se sembró, hace años, la semilla del deseo de ser doctores en Medicina. Pero no todos los que soñaron con ejercer esta profesión lograron la meta? Parafraseando la parábola del Sembrador, muchas semillas de ilusión quedaron a la vera del camino; otras echaron raíces pero no lograron profundizarlas y marchitaron? Entre pedregales, muchos brotes se secaron. Pero los que leemos este boletín hemos crecido, florecido y dado fruto, cada uno según los talentos que el Creador nos ha concedido. Mal comprendidos y peor pagados, los eternos ?héroes? que tan fácil devienen a villanos, las médicas y médicos de este país hemos sobrevivido por puro amor a la ciencia y al servicio, no sin sufrir muchas heridas, lesiones que dejan hondas cicatrices y que a menudo ocultamos tras una mascarilla o una gabacha. En tiempos de COVID estas heridas vuelven a abrirse, mientras otras nuevas nos mutilan, sin un apósito sanador que alivie la pena cotidiana de estar en la trinchera: Sin armas, con la pura voluntad, sin escudo o armadura, cada día caen más y más colegas víctimas no solo del virus que medra sin límites en nuestra atmósfera, sino de sistemas de salud obsoletos en todo el mundo, desapegados de las necesidades del pueblo y de sus trabajadores, anquilosados, momificados, inoperantes.

No sabemos cuántos más de los nuestros morirán por COVID-19. Me aterra tanto como eso el pensar en los que cada día morimos poco a poco, pensando que en cualquier momento recibiremos esa llamada infausta de un paciente ahogándose por neumonía; de esa madre, padre o hermano que acaba de iniciar fiebre, del colega que se derrumba, agotado y mortificado por el dolor? Morimos a pausas contando los días de evolución de nuestros amigos y pacientes, en negación a veces de nuestros propios síntomas y temores.

Pero hay esperanza. Cada día son más y las más los colegas que se levantan de su lecho, recuperados, vencedores. Y vuelven a la carga, al campo de batalla, dolidos, fatigados, pero ya sin miedo, con la moral en la cúspide. Y venceremos, en honor de los caídos, por nuestros seres queridos, por esta sociedad paupérrima de El Salvador, tan necesitada de milagros. No importa que cuando busquen culpables de esta catástrofe sanitaria nos miren de reojo, mientras los revisionistas de escritorio dejen de aplaudir y comiencen a señalarnos con sus dedos hipócritas e inmaculados. NOSOTROS ESTAREMOS BIEN PORQUE HABREMOS IDO MÁS ALLÁ DE LO QUE PIDIÓ EL MANDAMIENTO SAGRADO: HABREMOS AMADO AL PRÓJIMO MUCHO MÁS QUE A NOSOTROS MISMOS. Conmemoremos, entonces, este día del Médico, no con fanfarrias sino con recogimiento espiritual y oración: ?Gracias Dios, porque nos concediste la gracia de ser médicos?.

Dr. Hugo Villarroel Abrego

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